Los huracanes pueden ser mortales y destructivos, pero difíciles de entender. Los meteorólogos y los gestores de emergencias utilizan a menudo la frase "sólo hace falta uno" para disuadir al público de basar sus preparativos en la experiencia previa de tormentas o en previsiones de pretemporada. Lo mismo puede decirse de los empresarios y las aseguradoras: Sólo hace falta una mala tormenta para cerrar el negocio o arruinar el presupuesto para siniestros.

Aunque los pronósticos de pretemporada sobre huracanes pueden proporcionar valiosas perspectivas de alto nivel, hay muchos escollos a la hora de confiar en ellos para tomar decisiones empresariales críticas. O peor aún, retrasar esas decisiones.

La información de previsión de la sección siguiente se publicó antes de la temporada de huracanes de 2022 y es posible que no represente con exactitud la previsión actual.

Conozca el significado de las cifras

Según muchas agencias de previsión de renombre, este año se espera de nuevo una actividad ciclónica por encima de lo normal en la cuenca atlántica. La predicción media es de 19 tormentas con nombre y ocho huracanes. La media de los últimos 30 años en el Atlántico es de unas 12 tormentas con nombre y algo más de seis huracanes.

El factor que más contribuye a una mayor actividad en la cuenca tropical del Atlántico es la presencia de una débil La Niña, que es el enfriamiento de las aguas ecuatoriales del Pacífico. Este fenómeno suele ir acompañado de vientos en altura más débiles en el mar Caribe y el océano Atlántico, lo que hace que las condiciones atmosféricas sean más favorables para la maduración de los huracanes. Las temperaturas de la superficie del mar en estas zonas del Atlántico y el Caribe también tienden a superar la media, lo que favorece la formación de tormentas.

Sin embargo, la ciencia da poca credibilidad a la idea de que un pronóstico de pretemporada pueda determinar qué centros de población o costas serán el objetivo en un año determinado. No obstante, las probabilidades de que se produzcan tormentas tropicales irán en función de las previsiones globales. Por ejemplo, los científicos del Estado de Colorado afirman que este año hay un 71% de probabilidades de que un huracán importante toque tierra en la costa estadounidense, mientras que la probabilidad media del último siglo es del 52%.

Reconocer que las tormentas son cada vez más costosas

Los huracanes han sido ya la catástrofe natural más mortífera y costosa de las últimas cuatro décadas en Estados Unidos. Presupuestar el impacto que puede tener un huracán no es fácil. Pero sabemos que las cifras no van a bajar.

La dinámica determina el coste de una tormenta a una escala mucho más profunda que una previsión estacional. Debido al cambio climático, los huracanes se intensifican cada vez más, lo que puede magnificar sus efectos y reducir el tiempo de preparación. El febril crecimiento de la población costera está poniendo a más personas y empresas en peligro, lo que provoca un aumento de los impactos indirectos (o "efectos indirectos"). Y los costes de reparación se están disparando.

La clave para evitar sorpresas costosas es la coherencia. Un plan de respuesta debe adaptarse a las repercusiones individuales que una tormenta puede tener en su cuenta de resultados. Debe considerarse para todos los lugares expuestos cada año, independientemente de lo que digan los pronosticadores antes de la temporada.

Prepararse para los impactos, no para una previsión

Un total elevado de tormentas tropicales o huracanes no significa necesariamente que vaya a ser un mal año en cuanto a recaladas en Estados Unidos. El impacto de cada tormenta depende de su trayectoria, fuerza y movimiento. Sin embargo, estos parámetros son difíciles de predecir a cinco días vista, y mucho menos con meses de antelación.

La correlación entre el número de huracanes que se forman y los que afectan a tierra es débil (o imprevisible). Por ejemplo, ha habido cinco temporadas con una actividad de huracanes superior a la normal y ningún impacto en Estados Unidos. Por el contrario, varias veces han llegado a tierra huracanes importantes durante años relativamente tranquilos.

Dos ejemplos memorables de esto último son los huracanes Alicia y Andrew. Alicia devastó Houston como tormenta de categoría 3 en 1983, que resultó ser la temporada menos activa de la historia. Del mismo modo, el sur de Florida fue azotado por el huracán Andrew, de categoría 5, en 1992, durante un año en el que sólo se formaron siete tormentas. Por el contrario, no se ha producido ninguna recalada en Estados Unidos durante algunas de las temporadas más hiperactivas de la historia, como la de 2010, en la que se sucedieron 12 huracanes.

Evitar el ruido

No hay dos huracanes iguales. Lo parecen cuando sólo se leen los titulares o se busca respuesta en la avalancha de las redes sociales. Mantenerse preparado año tras año puede ayudarle a conseguir tranquilidad y evitar tomar una costosa decisión reaccionaria.

El próximo huracán al que hay que responder no es una cuestión de "si", sino de "cuándo". Centrarse menos en una previsión a 6 meses vista y más en las vulnerabilidades específicas del impacto puede posicionar mejor sus recursos para lo inesperado.

Los huracanes son complejos. La logística para evitar pérdidas, mitigarlas y responder a ellas es aún más complicada. Seguir un cono de incertidumbre y esperar una alerta a menudo no basta. Las inversiones en herramientas de vigilancia meteorológica, como el análisis histórico de los riesgos meteorológicos o las previsiones a corto plazo, pueden permitirle seguir con precisión el crecimiento o la decadencia de una tormenta más cerca de tocar tierra. Y saber cuándo apretar el gatillo de la respuesta requiere datos precisos, perspectivas procesables y análisis expertos.

Deje que un experto le ayude a tomar mejores decisiones.